sábado, 21 de junio de 2008

El capitán Alberto Larraguibel




Cuando yo era pequeña, más o menos, y me dedicaba al salto de obstaculos, tenía dos grandes ídolos que aún hoy lo son, aunque ha pasado mucho tiempo lo siguen siendo.

Uno es éste del que voy a hablar, el capitán Alberto Larraguibel, de nacionalidad chilena, el cúal en el año 1949, logró una proeza única, ya que hoy por hoy sigue imbatida su marca mundial, su record de salto de altura.

Lo que escribo a continuación está transcrito íntegramente del siguiente enlace: http://www.chile.com/tpl/articulo/detalle/ver.tpl?cod_articulo=840, es escalofriante.

El capitán de Ejército Alberto Larraguibel y su caballo “Huaso”, lograron una de las proezas más recordadas de la equitación nacional.

El 5 de febrero de 1949 y en la cancha de saltos del regimiento de Coraceros de Viña del Mar, el capitán Alberto Larraguibel, montando al caballo “Huaso”, saltó una altura de dos metros y cuarenta y siete centímetros. Ese salto representó el punto más alto que alcanzaba el deporte chileno en toda su trayectoria histórica. Porque nadie antes había alcanzado una altura igual. Cuando “Huaso” y su jinete tocaron nuevamente el suelo, después de su salto prodigioso, Chile poseía el primer récord mundial de su historia.

El capitán Larraguibel adiestró a “Huaso” más de dos años, encaminando todo el programa de entrenamiento a la consecución del récord. Fue una trayectoria científicamente trazada. Primero el récord nacional, después el sudamericano y finalmente el mundial. La habilidad innata de jinete de Larraguibel se sumó a una imperturbable serenidad, que le permitió tranquilizar a su montura cuando ésta rehusó el salto en la primera tentativa, y una comprensión total del temperamento y la idiosincrasia de “Huaso”. “Hay jinetes que pretenden imponerse violentamente a sus caballos. Larraguibel no. Él se dedicó a comprenderlo y, cuando saltaron los dos metros y cuarenta y siete centímetros, eran dos buenos amigos. Si no, no los habrían saltado”, escribía Pepe Nava en la revista Estadio de 1950.

“Después (o quizás antes) está “Huaso”. Para él, el récord mundial significó la regeneración de una vida perdida. Criado para correr en los hipódromos, sus tentativas en tal sentido culminaron en el más absoluto fracaso. Perdedor a los seis años, fue retirado, condenado aparentemente al anonimato total. Luego presintió su potencia, y aunque indócil, Larraguibel lo prefirió para su gran tentativa. Y “Huaso” respondió notablemente. Como en esas historias románticas en que un niño recogido del arroyo termina enriqueciendo a su favorecedor”, afirma Nava en su nota.


El momento histórico de aquella tarde del 5 de febrero de 1949 es recordado por el propio Larraguibel: “En el primer intento, calculé mal la distancia y le permití rehusar. Si lo hubiera huasqueado, el caballo se habría puesto nervioso, porque un animal se da cuenta cuando se le está pidiendo algo superior a sus fuerzas. En el segundo debo haberme equivocado en un centímetro porque “Huaso” pasó las manos, pero rozó con el vientre y las patas posteriores, y botó la vara...Quedaba el tercer y último intento. Volví a calcular las batidas y en el instante preciso nos elevamos...El momento más difícil fue la cúspide del salto. Mis ojos estaban a cuatro metros de altura y tenía la sensación de caer en picada. La más leve vacilación en mí, “Huaso la había sentido; habría dejado sus patas atrás y hubiéramos rodado juntos, pero pasamos. Fue un momento eterno. No escuché un solo grito y pensé que algo había salido mal, aunque no sentí caer las varas...” Pero ahí surgió el estruendo de la ovación. El público invadió el picadero y paseó en andas al héroe ecuestre.

Este otro comentario es de la página:


“Ahora sí que vamos, ñato”

Por Juan Esteban Lastra / Revista Triunfo - Fotos: Archivo.

Esta fue la frase que le transmitió al oído el capitán Alberto Larraguibel a su caballo ‘Huaso’, segundos antes de conseguir el único récord mundial que posee Chile, con un salto de 2,47 metros, en una práctica que ya no se realiza por la larga preparación que requiere una cabalgadura con condiciones especiales.

No fue casualidad el actual récord mundial de salto alto a caballo que batió hace 59 años el en ese entonces capitán Alberto Larraguibel Morales en "Huaso". Fue el 5 de febrero de 1949 en el regimiento de Caballería Coraceros en Viña del Mar, cuando saltó 2 metros y 47 centímetros.

De ese importante hecho para la equitación nacional ya no quedan testigos directos. Sólo hay documentos escritos y fotos en blanco y negro, y una filmación llena de ripios en la que aún se puede apreciar la hazaña.

Al batirse un récord que se creía imposible de vencer, el afiatado binomio, junto con alcanzar la gloria e ingresar a las páginas del deporte mundial, le otorgó al país una marca hasta hoy inalcanzable.

Han transcurrido casi seis décadas de esta hazaña deportiva y hasta la fecha, pese a sucesivos esfuerzos en distintas partes del orbe, no ha sido siquiera igualada la conjunción de perfecta armonía entre caballo y jinete, fruto de una larga preparación, como asimismo de equilibrio y velocidad, demostradas por Larraguibel y Huaso .

Un año de trabajo. Alberto Larraguibel nació en la ciudad de Angol el 30 de mayo de 1919, en un ambiente influenciado por soldados, huasos, campesinos y cabalgaduras, los que, en gran medida, marcaron sus rasgos principales como persona y militar, carrera que inició de muy joven en 1938, cuando ingresó a la Escuela Militar.

"Hay factores positivos que lo inclinan a uno a seguir determinadas carreras. Mi casa estaba cercana de la Pampa de Granaderos, en Angol, donde los equitadores del Regimiento Húsares hacían sus ejercicios. Pasaban frente a mi casa con sus lanzas y gallardetes. Yo seguía con mucho interés sus evoluciones. Recuerdo que los jinetes con sus lanzas en ristre ensartaban un disco, luego unas bolas y finalmente un maniquí y gritaban ¡Viva Chile! Ellos me dieron la inspiración y me motivaron a seguir la carrera militar y tuve la suerte de salir elegido para integrar el arma de caballería", explicó en una de sus entrevistas hace 21 años, cuando tenía 68.

A partir del reencuentro con sus raíces, a la par con las experiencias que va adquiriendo en la vida del cuartel, se inició como jinete, llegando a figurar en destacados eventos deportivos nacionales, lo que le permitió acceder al curso Extraordinario de Equitación en la Escuela de Caballería, donde obtuvo su título de Maestro de Equitación en 1947.

Su constancia y dedicación por el deporte, junto a las naturales aptitudes y condiciones ecuestres, le permitieron integrar una generación excepcional de jinetes y caballos que pasearon el nombre de Chile por todos los continentes, consiguiendo las más altas distinciones deportivas, entre otras, el récord mundial de salto alto a caballo en 1949 y la obtención de medallas de plata por equipo e individuales en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.

El gran logro no fue ganado sólo por Larraguibel. Junto a él estuvo Huaso , un caballo de sangre inglesa llamado Faithfull y considerado un aristócrata equino, hijo de padres ganadores del Derby y El Ensayo, tradicionales clásicos de nuestra hípica, perteneciente a una famosa familia de pura sangre, que le dio inteligencia, fuerza, carácter y valor.

El capitán Larraguibel adiestró a Huaso durante más de un año, encaminando todo el programa de entrenamiento a la consecución del récord. Fue una trayectoria científicamente trazada. Primero el récord nacional, después el sudamericano y finalmente el mundial.

"Todo comenzó al obtenerse el título sudamericano el 1 de febrero de 1948. Una semana antes mi compañero de equipo, el teniente Riquelme, saltó 2,33 metros, superando así el salto del argentino Pascual Pistarrini. Sin embargo, el primero de febrero se realizó un concurso hípico en Viña del Mar. En esa oportunidad Huaso y yo logramos elevarnos sobre los 2,37. Desde ese instante decidimos el mayor Monti, Riquelme y yo que debíamos tratar de quebrar la marca mundial de la especialidad", comentó en aquella entrevista a La Nación.

En aquel entonces, el retirado coronel siguió su historia.

"Se trabajó para que Chile consiguiera el récord. Todo un año estuvimos haciendo un intenso trabajo con seis caballos, tanto a las manos, como montando, trote, galopes, pasos. Se les hizo subir cerros, para fortificar sus posteriores, todo un esfuerzo para alistarlos con mira a nuestro único objetivo. La propuesta era dura porque no sólo debíamos preocuparnos de Huaso y de Chileno , el caballo de Riquelme, sino que además teníamos que cuidar y entrenar las montas del equipo de salto de la Escuela", recuerda en la nota de hace dos décadas.

En cuanto al desarrollo de la prueba que lo colocó como el único récordman de saltos ecuestres, cuenta que "para el sábado 5 de febrero se había organizado el Tercer Campeonato Internacional de Hípica en el Regimiento Coraceros de Viña del Mar. Era un día gris oscuro, opaco, de luz tenue, mortecina. Sin embargo, a las 17:30 horas comenzó a despejarse, parecía como si el sol quisiera ver nuestro intento... La prueba de salto alto fue programada como la segunda de la tarde, así es que decidimos no participar en la primera, para reservarnos y no desgastar a los caballos en prueba corriente. Llegó el esperado momento. Nos hicieron entrar a la pista. Previamente, mandé a mi ordenanza González a que paseara a Huaso alrededor de la pista para que viera al público y se tranquilizara, puesto que estaba muy nervioso e intranquilo. Transpiraba como nunca. Hasta se comía las matas de cardenales que adornaban la pista del recorrido".

"Habíamos logrado salvar el metro 80 y luego los 2,10 metros. Se nos consultó nuestra opinión sobre la próxima altura a saltar y dijimos 2,47, para no gastar a los caballos en alturas inferiores al récord mundial. Riquelme fracasó en sus tres oportunidades. Incluso en la última opción su caballo resbaló y cayó sobre el jinete. Luego fue mi turno. En la primera tentativa , como Huaso se excitaba mucho, le di poca carrera y tomé la vuelta que debía darse muy corta. No tuve distancia para tomar el impulso que correspondía, pero no lo fusteé, permitiéndole que rehusara. Confiaba en él".

"Desmonté, aprecié nuevamente la distancia. En esta chance picó muy bien, pero rozó con el vientre la vara superior y cayó. Pero había en todo caso una intención de jinete y caballo de saltar el obstáculo".

"En la última ocasión, aprecié distancia. Llevé a Huaso a la valla que debíamos pasar, lo acaricié y le musité: "Ahora sí que vamos, ñato". Lo lancé a una mayor distancia y, felizmente, vi muy bien el punto de picada. Desde allí lo impulsé y fustigué coordinadamente al tiempo que escuché al mayor Monti decir "Apure Larraguibel, apure Larraguibel". Huaso tomó velocidad y aunando su fuerza interior al empuje que le di, se lanzó al otro lado de la vara".

"Fui consciente del triunfo cuando al caer a tierra sentí un décimo de segundo de silencio y luego vi al público desbordarse y copar la pista de saltos, en medio de gritos de euforia y de llantos de alegría que alcanzaba a percibir. Fue tal el júbilo que se produjo en los espectadores, que incluso a los jueces se les olvidó su misión y corrían a felicitarme, olvidándose de medir al obstáculo. Afortunadamente, el general Walton Ojeda, presidente de la Federación Ecuestre, abrió los brazos e impidió que la gente se subiera y botara las varas de la valla gigante. Si las hubieran derribado, los jueces no habrían podido oficializar el nuevo récord mundial de salto alto a caballo", contó en una de sus últimas entrevistas, antes de fallecer el 12 de abril de 1995 a los 75 años.
Mucho antes, en agosto de 1961, murió el otro héroe, Huaso , a quien se le sepultó con honores, como correspondía a un gran caballo, escuchándose todavía "Ahora sí que vamos, ñato"...
Existen estos dos videos en youtube de aquella ocasion:


2 comentarios:

fantomi dijo...

Impresionante y escalofriante.

Bruja dijo...

Has visto los videos Pili???? da miedo ehhhh